flor del cerezoNuestra vocación contemplativa se centra en la adoración, la alabanza y la reparación al Santísimo Sacramento del Altar. En nuestras Iglesias se le tiene solemnemente expuesto día noche.
«Aplicando vuestra capacidad de amar en la adoración y en las plegarias, vuestra existencia grita silenciosamente el primado de Dios, testimonia la dimensión trascendente de la persona humana y lleva a los hombres a pensar y a interrogarse sobre el sentido de la vida». (Juan Pablo II a las religiosas en Sao Paulo).

 A la queja de Jesús a los Apóstoles en el huerto: « ¿No habéis podido velar una hora conmi- go?», quiere responder nuestro Instituto, cumpliendo esa misión esencial que la Iglesia tiene en la tierra, de orar, adorar, alabar y reparar. Misión que cumple en unión de Jesucristo, su Cabeza y su Esposo, que es el gran intercesor ante el Padre, al que alaba sin cesar, intercediendo constantemente por el mundo entero.

      «Los Institutos y Asociaciones que por ley peculiar aprobada por la Iglesia, han recibido la misión de dar al Sacramento de la Eucaristía el culto de adoración, sepan que cumplen un oficio excelentísimo, y que lo cumplen en nombre de la Iglesia» (Pablo VI).

      En sus adoraciones, las religiosas, mirando como suyos los intereses todos del Corazón de Jesús, abren sus corazones a las necesidades de la Iglesia, en una expansión de su amor. Esta oración de intercesión por las necesidades de todos los hombres, es una misión muy especial de la vida contemplativa en la Iglesia. Aquí se despliega nuestro espíritu apostólico.

 La vida contemplativa se cultiva dentro de un ambiente, de un clima de silencio y recogimiento necesario para la vida de oración y trato con Dios. Este ambiente da a la casa religiosa el clima ideal para la vida de oración; que, eso es precisamente la contemplación, una vida, no unos ratos de oración. Una vida hecha minuto a minuto oración, por la elevación de la mente y del corazón al Señor.

claustro